La denominación común de fibromialgia no engloba una entidad nosológica, sino que corresponde a un «síndrome», lo cual tiene una
importancia trascendental, ya que bajo la misma forma aparente de presentación clínica estamos observando procesos de origen y
causas totalmente diferentes, y, por lo tanto, el abordaje terapéutico es también diferente y variado. Sin embargo, bajo este calidoscopio
sintomático existe un síntoma común que a menudo es el objeto principal del tratamiento. Nos referimos al dolor. Hoy conocemos
mucho sobre los mecanismos que por diferentes vías conducen a este dolor, sobre el aumento y la sensibilización al mismo, denominado
hiperalgesia, e incluso sobre la transformación de estímulos no dolorosos en dolorosos (alodinia), en pacientes portadores de un proceso
previo, y que finalmente se manifiestan sindrómicamente como fibromialgia.
En el presente artículo valoramos una serie de actualizaciones en fibromialgia que incluyen tres aspectos diferentes: la intención de
buscar una optimización e uniformidad terapéutica, mediante la implantación de un tratamiento por objetivos, como se hace en otras
enfermedades reumáticas; los avances en el diagnóstico más preciso a través de la utilización de técnicas de imagen que permitan
obtener pruebas objetivas, y la valoración de la utilización de opiáceos, para casos individuales, valorando la controversia aparecida en
EE.UU. sobre el empleo y utilización de opiáceos, especialmente para el tratamiento del dolor no oncológico y con especial implicación
para los especialistas en reumatología. Para concluir, y a mayor abundamiento en el tema, se presenta un caso clínico de un tratamiento
con opiáceos.
(Dolor 2017;32(4):161-170) |